domingo, 14 de febrero de 2010

Para Románticos: PoeMaS - San Valentín/Día de los enamorados

ESENCIA


Una brisa se posó en tus ojos
trayendo la esencia de bosques y mares.
Unas aves rojas de montaña
quisieron ser tus labios, tu sonrisa.
Y el rocío moldeó tu silueta
con ese bello resplandor de luna
como aquél pétalo de rosa que cae,
majestuosamente, en el ocaso y la bruma...



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ANSIEDAD DE TÍ



Sufro día y noche de ansiedad
sólo espero ese momento en que me digas que vienes
sólo espero ese instante en el que tus ojos desvelen
y se encuentren con los míos, tan lejanos y tan fríos.

Invoco a todas las musas que me ayuden en mi afán
ser un romántico para tí, un especial galán
aunque iluminado por tu sonrisa no me ha de costar
componer algunas rimas para poderte halagar.

Por las noches invoco tu nombre, melliza de la sabiduría
tus ojos iluminan mil nombres, todos de paz y alegría
y aunque sé que todo esto hoy habita en mi mente
imploro que un día tú lo hagas eterno presente.

Eterno presente de estar abrazado a tí
de besar tus labios, oyendo tu voz, oliendo tu aroma
de sentir esas caricias que curarán heridas
que sanarán el alma y renovarán los días.

Ah! si sólo pudiera tenerte aquí, a mi lado por siempre!
Sería el hombre más feliz, aunque no menos conciente
de saber que te amaré, lenta y completamente,
hasta que la vela se extinga y nuestros alientos encendidos cesen.



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OJOS VERDES


Yo sé que no nos conocemos bien
que nos hemos visto pocas veces
pero déjame decirte bella
que me enloquecieron tus ojos verdes

Yo no sé cuantos dueños han tenido
o si su verdor es la vida que crece
o si su verdor es la esperanza divina
o todo aquél mar que distante se mece

De los bosques tal vez han salido
o de las selvas tan salvajes
sólo sé que mi corazón ha querido
guardarlos para siempre en su oleaje

Ah! si sólo fueran míos
esos tus ojos verdes
que traigan la paz a mis días
como aquella pasión que en tí florece.

lunes, 8 de febrero de 2010

PARA UN FUTURO


En un futuro -cuyos signos ya podemos ver a diario- el Hombre se encontrará con decisiones y situaciones de las cuales hacerse cargo, y para las cuales deberá estar preparado. Es indudable que la Madre Naturaleza está continuamente queriendo restablecer el equilibrio, pero la pregunta es: ¿estamos nosotros preparados? ¿Está el Hombre preparado para el cambio o se seguirá aferrando a una vida que está destinada sólo a la muerte? Es pura decisión nuestra.

El clima de nuestro mundo está cambiando. Esto no quiere decir necesariamente que el mundo se acabe -como muchos fanaticos del calendario maya predicen-, sino que frente a esta realidad, el Hombre, el Ser Racional, debe tomar la más grande decisión que hubiera podido tomar: continuar su existencia en un futuro, o no. El Hombre deberá entender que sólo cambiando, sólo abrazando el devenir de su ser, es como logrará sobrevivir, seguir existiendo en este mundo.

Cuando lleguen esos momentos límites, en los cuales la destrucción, la desesperación y la violencia lleguen a su punto máximo, surgirá tanto lo mejor del hombre como también lo malo. Y no es como dicen muchos de que cuando de sobrevivir se trata no hay mal ni bien; sino que por tratarse de un ser racional, lo bueno consistirá en hacer sobrevivir a otros, y lo malo no hacerlo sino prevalecer uno mismo.

El problema está en que en esos momentos nadie tendrá en cuenta una moral como regla; en esos momentos sólo el que tenga ya su ser moldeado moralmente responderá moralmente. La pregunta es: ¿estamos moldeados moralmente, o sólo obedecemos porque debemos? ¿y si obramos moralmente porque debemos, donde está nuestra libertad? ¿acaso no seremos entonces esclavos de nuestras pasiones y necesidades, tanto como de condicionantes externos? ¿Acaso ese actuar "irracional" no es otra cosa que la manifestación de un espíritu esclavo del destino?
Para sobrevivir hace falta más que instinto; hace falta una razón. Hace falta el sentido, hace falta lo moral, que constituye el bien para el Hombre.

Lamentablemente, pocos se darán cuenta de esto, y por ello las consecuencias de acciones egoístas de unos pocos podrán determinar el destino de la humanidad entera. La única manera de que no suceda esto es ayudarnos unos a otros y afrontar nuestro destino juntos, y por ello, a su vez, eligiéndolo, conformándolo, dándole su Ser. Es por sobre todas las dicotomías y diferencias que el hombre debe elevarse y comenzar a pensar como una unidad. Cuando de sobrevivir se trata, no sólo soy yo, individuo, que quiere salvarse, sino la Humanidad, y para ello tengo que comenzar a actuar para mí, tanto como para mi especie. Y yo sé que esto ahora es rídiculo pensarlo, porque hoy en día el hombre se volvió su propio enemigo y los interes particulares casi siempre pueden más que los universales -sobre todo los intereses particulares económicos, como podrá verse cuando los más pudientes tengan más chances de salvarse que los que no tienen nada-. Pero cuando el hombre se enfrente a "su parca", a aquel momento de posible extinción, es allí cuando deberá entender que su interés particular no era nada, que su interés particular tiene sentido dentro del universal, dentro de la supervivencia de la raza, de la especie.

Pero como dije antes, de esto pocos harán conciencia seguramente. Y por ello debemos estar preparados y hacer conciencia, y hacer que la gente tome conciencia, y que los grandes poderes tomen conciencia, para así no afrontar la extinción sino vivir una superación de nuestra especie, donde la moralidad universal será lo dominante.


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sábado, 6 de febrero de 2010

LO INEVITABLE Y LO CONTINGENTE, EN EL ACTO LIBRE - [domingo 28 de julio del 2009]


¿Existe lo inevitable, lo determinado previamente, aquello llamado de alguna manera destino? ¿O existe la contingencia, el azar, la libertad absoluta? ¿Lo inevitable y lo contingente se contraponen?
La cuestión está en que, si existe el destino, entonces la libertad resulta un poco absurda, ya que no se puede escapar de todos modos a lo inevitable. En cambio, si no existe el destino, la libertad es absoluta, y las potencias de ser son casi infinitas, hay contingencia y azar caóticos inmersos en la complejidad de mundos posibles.
Si esto último fuera cierto, entonces a “x” causa no necesariamente le corresponde un efecto “y”, es decir, que aún cuando siempre pasara que de “x” se sucediera “y”, si hay contingencia absoluta, entonces podría no sucederse “y”, y es seguro que no sucederá, según esto que vemos. Ahora bien, el destino implica de que cualquier “x” en cualquier mundo posible me va a dar “y”, y no hay nada que lo imposibilite. Obsérvese que son bastante opuestas éstas concepciones; pero en sí mismas contienen puntos concordantes que intentaré mostrar en lo sucesivo.
Si se analiza a la libertad o contingencia caótica desde el punto de vista de sus potencialidades, se puede ver que todo hecho bajo ella es indeterminable, o también, desde el campo del acto libre, se podría decir, evitable. Mientras que todo hecho bajo el destino, es absolutamente determinable e inevitable. Es importante observar bien ésta relación entre lo evitable y contingente, y entre lo inevitable y absoluto, ya que puede brindarnos luz al tema del acto libérrimo.
Entonces, si por ejemplo sucede un hecho “x”, y se supone que no necesariamente le corresponde una consecuencia o implicancia “y”, entonces podríamos afirmar confiablemente que todo es evitable desde la acción, ya que todo es contingente. Pero he aquí el problema: ¿cómo habría libertad en ésta contingencia, si al pretender libremente un “x” que implica un “y”, es muy seguro que no obtenga “y”, sino “w” o “z” o cualquier otra variable? Además, ¿cómo podría haber ciencia si no hay necesariedad? Si uno está sumergido en el río heraclíteo, llegará a las mismas conclusiones que Crátilo: todo es un continuo llegar a ser, y por lo tanto no puede haber conocimiento ni ciencia de nada. Por lo tanto, hay que tener en cuanta esta duda aporética.
Pero si yo, por ejemplo, elijo el color rojo porque es el color que más me da placer, y si este universo es caóticamente contingente, es decir, inevitablemente azaroso, entonces, en el momento en que yo elijo el rojo porque me da placer, a su vez podría no darme placer, sino disgusto, displacer. Pero, ¿cómo es posible esto? Si yo elijo ese placer en esa misma elección, es contradictorio pensar que me da displacer al mismo tiempo que lo elijo por placer (mismo momento temporal). Por lo que se puede llegar a concluir que, en este caso, si se da el displacer, debe suceder en un momento temporal distinto (posterior o anterior), pero no en el mismo momento en que se hace la elección misma cuya finalidad es el placer.

Otro ejemplo, es que uno puede encontrar una billetera con mucho dinero que tiene la dirección de su dueño. Uno puede optar entre devolverla o quedársela. Uno puede optar, por ejemplo, entre ser honesto devolviéndola (logrando tranquilidad de conciencia, mantenimiento de los propios principios morales, etc.) o uno puede optar en ser egoísta y no devolverla (logrando satisfacción en comprar cosas, etc.) Porque uno si se la queda, sabe de cierta manera que no le está devolviendo a alguien su dinero, etc., o sea, uno sabe las consecuencias de esa elección, la implicancia directa. Pero al mismo tiempo que elijo quedármela no puedo sentir o pensar que soy honesto, porque sería contradictorio, además que el elegir mismo de quedársela implica el ser egoísta y no honesto. Pero nada nos impide, luego de decidir quedárnosla, retractarnos y devolverla a su dueño. Pero en ese caso, ¿qué sucede en este cambio de opción, en esta variación optativa de consecuencias? ¿Qué es lo que la posibilita? Porque de hecho sucede seguidamente éstos cambios de elecciones, éstos cambios de consecuencias.
Y es que la única manera de que a un “x” que implica un “y”, luego le implique “z”, es por la introducción de un factor tercero, que es temporal y ajeno, al acto libre y a las opciones. Puede influenciar antes (evitando) o después de la elección (provocando el cambio de elección), pero éste es ciertamente el que hace posible el cambio, es el que “evita” una consecuencia dada, es el que propiamente da “contingencia” o “azar”.

Por esto, la determinación o destino o inevitabilidad están en el arbitrio, en la elección libre, pero así también hay continuos factores terceros que posibilitan el quiebre de esa inevitabilidad, y por lo tanto, crea contingencia y variación de destino. El tema es que uno delibera entre estados y consecuencias, entre fines distintos, entre causas finales diferentes.

Volviendo a los ejemplos, si yo elijo algo, esto implica inevitablemente estados y relaciones, o sea inevitables desde esa elección misma, en ese mismo tiempo. Pero es en la temporalidad donde circunstancias contingentes, sucesos fortuitos, etc., cambian esas inevitabilidades por otras. Consecuentemente cada elección genera un destino directamente relacionado e inevitable para esa elección, pero es otro tema el que se mantenga este destino en el tiempo; eso depende del actuar humano mismo. Pero lo cierto es que pueden darse circunstancias que cambien nuestra elección, y por consiguiente, nuestro destino inmediato directamente relacionado a esa elección.

Entonces, existe el destino y existe el azar. El destino es lo inevitable; el azar, una circunstancia que permite pasarse de un inevitable a otro. Parecería haber cierta relación necesaria entre ambos, como una dependencia, incluso a nivel ontológico; no parece haber tanta contraposición entre ellos.
El universo no pareciera ser inevitablemente caótico entonces, sino que parece ser más bien caóticamente inevitable.
Cada nueva elección tiene un destino; cada acto realizado acorde a una elección, tiene una (o varias) consecuencias directas e inevitables, que constituyen ese destino. Por ello es posible la libertad: ella consistiría en elegir un destino comprendido en una opción determinada.
Igualmente, hay que tener en cuenta que muchas veces la consecuencia por la que optamos no resulta ser la realmente directamente relacionada a esa opción; por ello, ésta ignorancia en el acto libre, en la elección de la consecuencia o destino, parecería ser la responsable de sentirnos engañados, de sentirnos defraudados por las circunstancias, por las opciones que elegimos, etc.; ésta ignorancia en las consecuencias directas inmediatas inevitables que conlleva una elección, parecerían ser la causa del errar.


Pero igualmente hay que analizar muchas cuestiones, como:
¿Qué particularidades se dan en las opciones, en los inevitables? ¿Qué problemas suscita la opción libre? ¿Cómo se da la elección entre inevitables, entre destino? ¿Cómo saber que destino corresponde correctamente o válidamente a tal elección? ¿Cómo se logra mantener una decisión en el tiempo, asegurando cierto destino directo? ¿Se relaciona con la INTENSIÓN, con la VOLUNTAD? ¿Cómo es y qué características tiene, esta intensión? ¿Es la intensión la que da sentido pleno al acto libre?

FÉNIX - [martes 7 de julio del 2009]



Un día nuevo, y despierta el Fénix. O tal vez no estaba dormido, sino traspasando dimensiones y planos curvos, paralelos, contrapuestos y yuxtapuestos, que sólo el fuego posibilita. Adviniendo a los múltiples modos y grados de ser, es manifiesto en la voluntad y confirmado en la libertad. Pues, ¿cuántas vidas y muertes hay en una sola Vida? Y es que muchos mundos posibles son transitables a la luz de su llama. Porque uno mismo es sí mismo, se siente sí mismo, se recuerda sí mismo, pero ciertamente también uno dejó de ser sí mismo muchas veces, haciéndonos uno con la multiplicidad, siendo fieles al cambio universal mediante ecpirosis del yo, resurgiendo de cenizas a una nueva y brillante vida.

¿Qué es la muerte? ¿Qué es morir? Yo sólo resurjo y vivo vidas, estados situaciones, circunstancias, momentos, tanto duraderos como fugaces y efímeros, que, aunque consumidos en la combustión del ser, se guardan en mi memoria, en mi fuego, como melodías calóricas de vivos colores infernales que esperan una chispa para volver a encenderse, para volver a ser, para advenir al fuego.

Resurjo de mis cenizas, de mis muertes, de los cadáveres de mi yo. ¿Y cómo no voy a hacerlo? Es el Fénix que me traspasa desde algún vórtice cósmico y me posibilita vivir vidas. Porque yo soy muchos yo: los yo que fui distintas veces, los yo que recuerdo que fui, y el yo de ahora, como los infinitos yo futuros, que se igualan solamente en la llama de la vida. ¡Oh, Fénix! ¡Lléname de vida! ¡Redúceme a cenizas cuantas veces lo desees, ya que me das vida, me armonizas, me muestras mis fuerzas, mi poder, mi habilidad para resurgir y no morir! Abrázame en el fuego absoluto de tu consciencia; muéstrame en un instante los grados del ser, los distintos ángulos de consciencia universal que hacen al Todo, del que tú eres esencia, espíritu, vida. Hazme renacer de mis cenizas, ¡Oh poderoso Fénix!, para ser cada vez un hombre nuevo, poderoso y magnífico, lleno de vida y energía, para ser capaz de morir otra vez y experimentar nuevamente el fuego que lo cambia y transmuta todo…

"DE LA NECEDAD DE LA FE Y LA NECESIDAD DE UNA CONCIENCIA CRÍTICA" - [8 de noviembre 2009, publicado en blog: filobondi.blogspot.com ]

Muchas veces escuché –como seguiré escuchando- de la boca de quienes defienden a la fe, argumentos que la consagran como una especie de conocimiento superior, o mejor dicho, como “el” conocimiento. Éste conocimiento es el verdadero y único, aquél que consigue relacionarnos con aquello más real: Dios.
Afirman los necios: “donde la ciencia te niega, yo te afirmo, Jesucristo, Dios hecho Hombre”, o “donde aquellos que pretenden saberlo todo te oscurecen, nosotros encendemos tu luz”, y cosas semejantes.
Y en mis enérgicas discusiones con muchos de éstos me he dado cuenta de que se dividen como en dos grandes grupos o especies: una, la de aquellos que al mostrarles sus incoherencias, al hacerle dudar de sus supuestos, al demostrarles cuan complejo es todo el tema y su relación con otros temas, se cuestionan y asumen una posición, al menos en primera instancia, crítica para con su fe o creencia. Los segundos son aquellos que por su necedad se aferran a un último recurso para seguir viviendo en su globito de nieve, en s mundo fantástico: la fe no se puede comprender, es un misterio (o se relaciona con él), y a su vez contiene más poder que el conocer.
Éstos últimos amplían este argumento o posición con muchas otras opiniones: que el ámbito de la fe es decisión libre de cada uno, que la fe se siente (en el espíritu) y que a su vez constituye una vivencia especial de cada uno, y que no puede ser juzgada por otro, ya sea por otro con fe porque el sentir o vivencia espiritual es individual, ya sea por otro no creyente porque al no estar en el ámbito de la fe no puede “opinar” o conocer esa vivencia como tal.
Lo cierto es que todo esto es dicho de forma muy oscura y hasta a veces contradictoria, hasta el punto de no necesitar yo refutarles porque, como dice ese dicho “no se puede discutir con un loco que dice puras incoherencias”.
Pero es de notar que muchos de los de la segunda clase son , o bien ministros ortodoxos de la religión tal (de ultraderecha de lo religioso), o bien son gente que frecuenta grupos juveniles religiosos en donde generalmente (no siempre) se tergiversan las nociones y significaciones fundamentales de la fe a la que adhieren (en parte por olvido o no enseñanza de la historia de su fe, y de los hechos reales que le conciernen), tornándose el grupo hasta de índole fanática. Claro, en ese estado de exaltación es fácil controlar las mentes, como ya se sabe por la ciencia y por casos documentados de criminales manipuladores.
En fin, volviendo a lo de los grupos, en ellos se genera, no un pensamiento crítico y emociones direccionadas por la voluntad y razón, sino un anti-pensamiento y negación de lo racional a través de la aceptación continua de supuestas “verdades” que, como si fuera poco, tienen que comprenderse desde una fe que en realidad te es regalada por la divinidad. Es decir, se fuerza continuamente a la conciencia a aceptar una verdad, un supuesto que servirá de base para sostener todo el edificio: la Fe. A ese cimiento llevo mis dinamitas.
Primero voy a tratar la consideración de la fe como conocimiento. La fe, dicen, es el conocimiento de las verdades divinas. Es lo que posibilita ver esa “realidad”. Pues déjenme decirles algo: si la fe como conocimiento consiste en la aceptación de una verdad, como la Encarnación (presencia de Dios en la historia, hecho hombre), y esa aceptación se basa en que la verdad es un Misterio, inexplicable de por sí, entonces la fe no es un conocimiento. Un conocimiento siempre es con razones, con fundamentos, siempre dice el por qué, el cómo es, con demostraciones, con carácter lógico, etc. Si la fe consiste en aceptar una verdad que encima no es tal sino un Misterio, entonces la fe no tiene nada que ver con el conocimiento; y menos aún esa fe absoluta y fanática que acepta todo y no se asoma ni un poquito a la conciencia crítica. En este caso, el de la primera especie, el que posee la fe y una actitud crítica, está en una posición mucho más fuerte que el del segundo grupo. Por ello, es muy cierto lo que dice Heidegger en su Introducción a la Metafísica: “… aquella fe que no se expone constantemente a la posibilidad de la incredulidad, no es tal fe sino una comodidad y un compromiso consigo mismo de atenerse en lo venidero a la doctrina como a algo en cierto modo legado por la tradición. En este caso, no se trata ni de la fe ni del preguntar sino de una indiferencia desde la que uno puede dedicarse luego a lo que sea, tal vez incluso de manera muy intensa, ya sea a la fe o a la interrogación”.
Por todo esto, vemos que la fe no es un conocimiento, y a su vez vemos que los del segundo grupo están sumergidos en la exaltación mística y la doxa (opinión), y no en la verdad, como pretenden.
Y encima esto empeora para ellos cuando dicen que la fe es un sentimiento del alma y que constituye una vivencia personal e individual intransferible. Y oscurece más el cuadro porque, si la fe es un sentimiento, cae bajo el terreno de los afectos, de lo ligado a lo sensible, bajo el dominio de los sentidos, bajo el dominio del querer o voluntad afectiva. De esta manera, la fe no es un conocimiento sino un querer basado en “lo sentido”, una adhesión voluntariosa, afectiva, a una cosa (en este caso al Misterio). Por lo tanto, aquí el terreno racional se desplaza, se corre para que el “sentir de lo divino” tenga lugar. Si esto no es una exaltación mística no sé que es. Y es oscuro, porque tiene que ver con la negación de la libertad humana. Si la voluntad afectiva desplaza a la voluntad racional humana, desplaza también a la libertad, ya que ésta sólo es posible cuando se da una elección voluntaria discernida racionalmente. Hay libertad cuando hay opción, y hay opciones como tales cuando se consideran racionalmente. En la voluntad “ciega”, la adhesión afectiva, no hay opciones; sólo hay una sola cosa: lo que busca mi afecto, o lo querido por el sentir. Si uno se deja gobernar por las pasiones, pierde su libertad: se vuelve esclavo de ese sentir, y por lo tanto, nunca hay elección propiamente.
Por ello, libertad hay cuando la voluntad se dirige a lo racional, cuando el querer, es un querer crítico, una adhesión consciente y pensada entre opciones. Y aquí se ve el rol fundamental de una conciencia crítica en refutación a los del segundo grupo, pues como aclara Feinmann en el capítulo 1 de Filosofía Aquí y Ahora, su programa de filosofía en canal Encuentro, “…sólo una conciencia crítica es libre; no hay libertad si no está alimentada por la crítica…”.
Todo esto nos lleva a refutar concluyentemente a los del segundo grupo, que como los locos, sostienen lo insostenible. Incluso aunque argumenten que creer, tener fe, los hace mejores personas y que es eso lo que vale, y que ayuda al mundo, igualmente se autorefutan porque quieren justificar con ese estado personal todo el dogma y la fe misma, confirmando asimismo que no es más que autosugestión y autoinfluenciaiento basado en esas supuestas “verdades” que dependen en última instancia de ese sentir que es la fe, y que cae bajo la doxa, bajo lo manipulativo y retórico (persuasivo), y no bajo la verdad.
Y los del primer grupo, los de la fe y conciencia crítica, se hallan en el limbo; o bien caen nuevamente bajo la influencia del gran poder persuasivo y sentimental de la fe, tornándose como aquellos del segundo grupo, o bien terminan por dar el salto haciendo el “click” y comienzan el camino de la cuestión, del preguntar, de la sola conciencia crítica y reflexiva, cuyo suma manifestación es la Filosofía. Ese salto o paso es duro y difícil; siempre se halla acompañado de la experiencia del vacío, de lo oscuro, de la desesperación, de la nada (si es que se puede experimentar en sí). Pues como aclara Feinmann: “Cuando uno empieza a pensar, deja de pertenecer a la manada y pasa a pertenecer a uno mismo… uno se encuentra sólo, y tiene que hacerse cargo de eso…”.

"De la soledad, la incertidumbre y la libertad" - [Texto publicado en la Revista estudiantil POLEMOS, UNL Santa Fe 2008]





¿Qué ser humano no ha experimentado ese sentimiento tan particular llamado soledad?
¿Quién no se ha sumido alguna vez en ese vacío tan profundo de desesperanza y oscuridad que es tan largo de transitar?
¿Cuál será la razón por la que la incertidumbre reina en el territorio de la soledad?
¿Y por qué la incertidumbre molesta tanto al hombre?
¿Será porque el hombre necesita delimitar su mundo, su propia realidad?
¿O será porque la incertidumbre es la llave al vacío donde su alma se condena sin fin?
¿O será que la incertidumbre mueve en el hombre la voluntad, despertando la libertad?
¿Y qué es la libertad?
¿Cuándo un hombre es libre?
¿Es libre cuando descarta prejuicios y opiniones, o cuando aún teniéndolos desea obrar solo por su propia decisión?
¿Es libre el que razona y discierne, o el ignorante en sus actos ingenuos?
¿O es libre aquél que transita por el valle de la Muerte en mudo silencio, lleno de preguntas e incertidumbre, esperando constantemente ese haz de luz que lo lleve a la superficie?
¿El que es libre, es sabio, o el que es sabio es libre?
¿Y por qué?
¿Será porque en su soledad pudo contra todos sus prejuicios y opiniones, y luego al caer en incertidumbre, y vagando sólo en aquella oscuridad, pudo al fin encontrar su piedra angular para todos sus pensamientos?
¿Será este un ejercicio que no depende más que del propio individuo?
¿Se puede enseñar la libertad?
¿Y por qué la libertad es necesaria contra la soledad?
¿Acaso no es cierto que la soledad acarrea consigo angustia, dolor, locura y muerte?
¿O acaso no saben los hombres que donde yace la incertidumbre, el desconocimiento y la descreencia, subyace un abismo profundo en el cual precipitarse?
¿Acaso no es el desconocimiento lo que lleva al hombre al caos al no poder tener control de su vida?
¿O uno tiene el control de su vida, o sea que es libre, aún yaciendo en la incertidumbre e ignorancia?
¿Son la soledad y la incertidumbre necesarias para la reflexión del hombre, o son moscas que se espantan de un manotazo, ya que el hombre es libre de todos modos?
¿O será que el hombre es libre cuando conoce, cuando no está en incertidumbre, y cuando sale de la caverna oscura de la soledad?
¿Y en el contacto directo con la soledad somos libres?
¿O somos presas de moscas maliciosas que esperan nuestro cadáver?
¿Y si la libertad es necesaria antes y después de la soledad, acaso la misma soledad no es también necesaria?
¿Cómo de otro modo se vuelve a construir desde las ruinas de un castillo, la nueva estructura guiada por la libertad?
¿Cómo de otro modo se aprendería a reflexionar, sino en presencia de nuestros fantasmas acechantes?
¿Cómo de otro modo el hombre se podría hacer sabio?