sábado, 6 de febrero de 2010

LO INEVITABLE Y LO CONTINGENTE, EN EL ACTO LIBRE - [domingo 28 de julio del 2009]


¿Existe lo inevitable, lo determinado previamente, aquello llamado de alguna manera destino? ¿O existe la contingencia, el azar, la libertad absoluta? ¿Lo inevitable y lo contingente se contraponen?
La cuestión está en que, si existe el destino, entonces la libertad resulta un poco absurda, ya que no se puede escapar de todos modos a lo inevitable. En cambio, si no existe el destino, la libertad es absoluta, y las potencias de ser son casi infinitas, hay contingencia y azar caóticos inmersos en la complejidad de mundos posibles.
Si esto último fuera cierto, entonces a “x” causa no necesariamente le corresponde un efecto “y”, es decir, que aún cuando siempre pasara que de “x” se sucediera “y”, si hay contingencia absoluta, entonces podría no sucederse “y”, y es seguro que no sucederá, según esto que vemos. Ahora bien, el destino implica de que cualquier “x” en cualquier mundo posible me va a dar “y”, y no hay nada que lo imposibilite. Obsérvese que son bastante opuestas éstas concepciones; pero en sí mismas contienen puntos concordantes que intentaré mostrar en lo sucesivo.
Si se analiza a la libertad o contingencia caótica desde el punto de vista de sus potencialidades, se puede ver que todo hecho bajo ella es indeterminable, o también, desde el campo del acto libre, se podría decir, evitable. Mientras que todo hecho bajo el destino, es absolutamente determinable e inevitable. Es importante observar bien ésta relación entre lo evitable y contingente, y entre lo inevitable y absoluto, ya que puede brindarnos luz al tema del acto libérrimo.
Entonces, si por ejemplo sucede un hecho “x”, y se supone que no necesariamente le corresponde una consecuencia o implicancia “y”, entonces podríamos afirmar confiablemente que todo es evitable desde la acción, ya que todo es contingente. Pero he aquí el problema: ¿cómo habría libertad en ésta contingencia, si al pretender libremente un “x” que implica un “y”, es muy seguro que no obtenga “y”, sino “w” o “z” o cualquier otra variable? Además, ¿cómo podría haber ciencia si no hay necesariedad? Si uno está sumergido en el río heraclíteo, llegará a las mismas conclusiones que Crátilo: todo es un continuo llegar a ser, y por lo tanto no puede haber conocimiento ni ciencia de nada. Por lo tanto, hay que tener en cuanta esta duda aporética.
Pero si yo, por ejemplo, elijo el color rojo porque es el color que más me da placer, y si este universo es caóticamente contingente, es decir, inevitablemente azaroso, entonces, en el momento en que yo elijo el rojo porque me da placer, a su vez podría no darme placer, sino disgusto, displacer. Pero, ¿cómo es posible esto? Si yo elijo ese placer en esa misma elección, es contradictorio pensar que me da displacer al mismo tiempo que lo elijo por placer (mismo momento temporal). Por lo que se puede llegar a concluir que, en este caso, si se da el displacer, debe suceder en un momento temporal distinto (posterior o anterior), pero no en el mismo momento en que se hace la elección misma cuya finalidad es el placer.

Otro ejemplo, es que uno puede encontrar una billetera con mucho dinero que tiene la dirección de su dueño. Uno puede optar entre devolverla o quedársela. Uno puede optar, por ejemplo, entre ser honesto devolviéndola (logrando tranquilidad de conciencia, mantenimiento de los propios principios morales, etc.) o uno puede optar en ser egoísta y no devolverla (logrando satisfacción en comprar cosas, etc.) Porque uno si se la queda, sabe de cierta manera que no le está devolviendo a alguien su dinero, etc., o sea, uno sabe las consecuencias de esa elección, la implicancia directa. Pero al mismo tiempo que elijo quedármela no puedo sentir o pensar que soy honesto, porque sería contradictorio, además que el elegir mismo de quedársela implica el ser egoísta y no honesto. Pero nada nos impide, luego de decidir quedárnosla, retractarnos y devolverla a su dueño. Pero en ese caso, ¿qué sucede en este cambio de opción, en esta variación optativa de consecuencias? ¿Qué es lo que la posibilita? Porque de hecho sucede seguidamente éstos cambios de elecciones, éstos cambios de consecuencias.
Y es que la única manera de que a un “x” que implica un “y”, luego le implique “z”, es por la introducción de un factor tercero, que es temporal y ajeno, al acto libre y a las opciones. Puede influenciar antes (evitando) o después de la elección (provocando el cambio de elección), pero éste es ciertamente el que hace posible el cambio, es el que “evita” una consecuencia dada, es el que propiamente da “contingencia” o “azar”.

Por esto, la determinación o destino o inevitabilidad están en el arbitrio, en la elección libre, pero así también hay continuos factores terceros que posibilitan el quiebre de esa inevitabilidad, y por lo tanto, crea contingencia y variación de destino. El tema es que uno delibera entre estados y consecuencias, entre fines distintos, entre causas finales diferentes.

Volviendo a los ejemplos, si yo elijo algo, esto implica inevitablemente estados y relaciones, o sea inevitables desde esa elección misma, en ese mismo tiempo. Pero es en la temporalidad donde circunstancias contingentes, sucesos fortuitos, etc., cambian esas inevitabilidades por otras. Consecuentemente cada elección genera un destino directamente relacionado e inevitable para esa elección, pero es otro tema el que se mantenga este destino en el tiempo; eso depende del actuar humano mismo. Pero lo cierto es que pueden darse circunstancias que cambien nuestra elección, y por consiguiente, nuestro destino inmediato directamente relacionado a esa elección.

Entonces, existe el destino y existe el azar. El destino es lo inevitable; el azar, una circunstancia que permite pasarse de un inevitable a otro. Parecería haber cierta relación necesaria entre ambos, como una dependencia, incluso a nivel ontológico; no parece haber tanta contraposición entre ellos.
El universo no pareciera ser inevitablemente caótico entonces, sino que parece ser más bien caóticamente inevitable.
Cada nueva elección tiene un destino; cada acto realizado acorde a una elección, tiene una (o varias) consecuencias directas e inevitables, que constituyen ese destino. Por ello es posible la libertad: ella consistiría en elegir un destino comprendido en una opción determinada.
Igualmente, hay que tener en cuenta que muchas veces la consecuencia por la que optamos no resulta ser la realmente directamente relacionada a esa opción; por ello, ésta ignorancia en el acto libre, en la elección de la consecuencia o destino, parecería ser la responsable de sentirnos engañados, de sentirnos defraudados por las circunstancias, por las opciones que elegimos, etc.; ésta ignorancia en las consecuencias directas inmediatas inevitables que conlleva una elección, parecerían ser la causa del errar.


Pero igualmente hay que analizar muchas cuestiones, como:
¿Qué particularidades se dan en las opciones, en los inevitables? ¿Qué problemas suscita la opción libre? ¿Cómo se da la elección entre inevitables, entre destino? ¿Cómo saber que destino corresponde correctamente o válidamente a tal elección? ¿Cómo se logra mantener una decisión en el tiempo, asegurando cierto destino directo? ¿Se relaciona con la INTENSIÓN, con la VOLUNTAD? ¿Cómo es y qué características tiene, esta intensión? ¿Es la intensión la que da sentido pleno al acto libre?

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